El mundo es violento. Todos los cambios que se realizaron a lo largo de la historia de la humanidad fueron promovidos por la violencia contenida de un grupo de personas y los escrúpulos manipuladores de otro de menor cantidad. La actualidad es el resultado de incontables batallas por la apropiación de algo y la construcción de una realidad que, en redundancia, es agresiva por su propia génesis.
Nuestros rostros son máscaras que nos fueron impuestas mucho antes de nacer. También fueron diseñadas con una cruel imperfección, en tiempos inmemoriables. Y todo esto fue posible porque vivimos años luz atrasados: somos una proyección creada hace miles de años. Nos repetimos una y otra vez; la originalidad ha muerto bajo el filo de la brutalidad.
Somos todos iguales, pero no desde el altruismo unificador y pacifista. Lo somos porque nada nos diferencia de nuestros antepasados. El círculo de la historia se cerró concediéndole la inmortalidad a un guerrero que solo necesita cambiar el velcro de su estandarte para avanzar sobre otro que también lo ha cambiado.
Soy mi abuelo, soy mi tátara abuelo y así hasta mi génesis. Yo soy él y todos convivimos en uno bajo distinta apariencia. Todos somos un vampiro que en lugar de beber la sangre de nuestras víctimas tratamos de perpetuar la especie y alargar nuestra vida como ramificaciones de nuestra descendencia. Pero nada nos diferencia. ¿Cómo sé todo esto? Porque no se me ocurre otra opción para el cambio que la violencia radical que confirma todo lo anterior que vive en mi y en todos... o la muerte.
Nuestros rostros son máscaras que nos fueron impuestas mucho antes de nacer. También fueron diseñadas con una cruel imperfección, en tiempos inmemoriables. Y todo esto fue posible porque vivimos años luz atrasados: somos una proyección creada hace miles de años. Nos repetimos una y otra vez; la originalidad ha muerto bajo el filo de la brutalidad.
Somos todos iguales, pero no desde el altruismo unificador y pacifista. Lo somos porque nada nos diferencia de nuestros antepasados. El círculo de la historia se cerró concediéndole la inmortalidad a un guerrero que solo necesita cambiar el velcro de su estandarte para avanzar sobre otro que también lo ha cambiado.
Soy mi abuelo, soy mi tátara abuelo y así hasta mi génesis. Yo soy él y todos convivimos en uno bajo distinta apariencia. Todos somos un vampiro que en lugar de beber la sangre de nuestras víctimas tratamos de perpetuar la especie y alargar nuestra vida como ramificaciones de nuestra descendencia. Pero nada nos diferencia. ¿Cómo sé todo esto? Porque no se me ocurre otra opción para el cambio que la violencia radical que confirma todo lo anterior que vive en mi y en todos... o la muerte.
2 comentarios:
no se si será casualidad o destino, pero al finalizar de leer tu artículo miré hacia arriba (donde tengo una pequeña bilbioteca) y mi mirada se clavó en dos libros: El manifiesto comunista y El estado y la revolución.
Imposible no hacer una asociación rápida y relacionar el primero con tu explicación de los cambios producidos a treavés de la historia y al segundo con el rol de la violencia para el cambio.
Sin ánimos de bajar el tinte filosófico-ontológico del debate quisiera hacer una apreciación un tanto más empírica del asunto:
Concuerdo en que existe en el hombre un impulso/ambición/gen o como quiera llamárselo que lo "tienta" a ser violento. Es el ello de Freud, o según Hobbes "el hombre es el lobo del hombre". Pero me es imposible trasladar esa situación a la actualidad desde el abstracto al concreto, es decir, me parecer que el hombre ha diseñado un conjunto amplios de estructuras (tanto formales como informales, recordemos los tipos de legitimidad weberianos por ejemplo)que morigeraron la efectividad de la violencia como método para conseguir resultados. Si vamos al llano, los países más violentos son aquellos donde las instituciones no son poderosas.
Ahora bien, (y adelantándome a una apreciación obvia), se puede argumentar que esa falta de violencia es producto de una superestructura que en definitiva es condicionada por un estructura socioeconómica. No voy a desconocer esto, pero el punto es reconocer que la violencia como motor del cambio no es universalmente aplicable, y más aún, no debe serlo.
Además, si la generalización de la violencia sería una constante o una tendencia, entonces tendríamos que asumir el advenimiento del 1984 de Orwell, pues a mi entender ese es un ejemplo paradigmático de la generalización de la violencia llevada a nivel estatal y mundial.
Creo que lejos de eso hoy asistimos a lo que plantea Huxley en un mundo feliz, o sea, un mundo donde la coerción ha dado paso al hedonismo. creo que hay una constante búsqueda de placer combinada con un fuerte individualismo, lo cual se ha canalizado en tendencias de mercado que crean necesidades para expandir sus horizontes comerciales.
Ahora bien, podríamos ver "violencia" en esto, al entender violencia como la intención de obtener algo de los demás aún contra su voluntad, pero para mi sería más preciso definir este proceso como poder.
Y más aún , el poder hoy está tan disperso, tan fragmentado que me parece que por si mismo ha destruido la dicotomía de clases o grupos que planteabas al comienzo: hoy todos somos funcionales a algo, y ni siquiera sabemos a que.
Este es el rasgo que define el hoy, y creo que tiene un orígen, pero no lineal, sino lo suficientemente complejo como para hacernos creer que no es genético sino ontológico, es decir, que es una propiedad del ser.
En conclusión,por un lado me parece que la violencia no es el único medio para lograr cambios, sino que es sólo un opción y no muy efectiva; y por otro creo que ante la transformación de las identidades que plantea la actualidad es mejor buscar nuevas armas, que deben estar más vinculadas a Locke que a Hobbes, pues como dijo Rousseau "el más fuerte no lo será por siempre a menos que tranforme la fuerza en derecho y la obediencia en deber"
Quiero aclarar algo: cuando me refiero a que los paises mas violentos son los que tienen instituciones menos fuertes me estoy refiriendo a la violencia interna de los Estados y no a su política exterior, porque a nivel internacional no existe un leviatán que haga de juez entre las partes, por lo tanto creo que es mas difícil abordar el tema violencia desde esa perspectiva.
Además, a nivel de Estados todavía existe el estado de naturaleza, por lo cual mi argumento de que las instituciones disminuyen la violencia es más discutible aún.
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