Tengo miedo de preparar la mochila para el viaje. Es todo muy confuso, no puedo explicarlo sencillamente. ¿Será que todavía espero que me llame, me mande un mail o le pregunte a algun amigo en común sobre mí? Pienso en ella, porque está muerta. Esa es la razón que genera un sentimiento de añoranza por lo vivido; de quienes no están más, se recuerda lo mejor.
Es la mejor foto de mi vida: siempre recordando lo que fue y no continuó. Su boca, su cuerpo, esa voz que anidaba en mis oídos; caricias tatuadas a fuego y el sexo pasional que guardaré para siempre. Era todo perfecto. Aunque, quizás, me estoy excediendo.
Como dije antes, de los muertos se recuerda solo lo mejor. Pero si pude cristalizar todas las vivencias en dos párrafos escuetos, mi memoria grandilocuente me está jugando una mala pasada. La perfección tuvo su límite en esas palabras.
Quiero escribir sobre sus celos enfermizos, sus planteos carentes de lógica alguna y los maltratos de los que fuí víctima. No puedo, mi mente los bloqueó. No puedo traducirlos, me dejó llevar por el sinfín de sentimientos que evocan las canciones. Pero no me alcanza.
Quiero que sepan que, la innombrable, estaba en el lado opuesto de la perfección. Y, aunque estuve enamorado de ella, recién ahora puedo ver que era todo una quimera. Ojalá hubiera escuchado a mis amigos cuando marcaron mi error. Ver el problema desde afuera es sencillo, pero desde adentro es imposible.
Todavía tengo presente el perfume de su piel, el tacto de su cuerpo y la armonía de sus gemidos. Nunca los voy a olvidar. Y, por esa razón, tampoco voy a volver... otra vez.